jueves, 25 de octubre de 2018

La ética de las sanguijuelas



A veces cuando pensamos en personas que se aprovechan y dañan a otras personas los comparamos con sanguijuelas y otros animales parásitos y dañosos.

Esa idea me nació a partir de que un amigo, ante un nuevo ataque delincuencial contra la universidad donde trabaja se preguntó con angustia ¿A quién le puede convenir esta destrucción?

Su pregunta no es para nada trivial. Las instituciones educativas universitarias en Venezuela han estado en los últimos años sometidas a un despiadado saqueo, vandalismo y expoliación. Situación sólo comparable al estrangulamiento financiero a la que el gobierno ha sometido a las instituciones y al personal docente, administrativo y obrero que trabaja en las mismas.

Esa situación ha tenido consecuencias dramáticas. Las universidades venezolanas están perdiendo cada vez más su capacidad de ser instituciones generadoras de conocimiento, cultura y de formación de profesionales de alto nivel.

La indiferencia e indolencia (cuando no cinismo) del gobierno ante esta situación parece apuntar a un proceso deliberado y sistemático para destruir a esas instituciones.

No resulta fácil imaginarse a personas que puedan tener como objetivo destruir las posibilidades de nuestro país de resolver nuestros problemas mediante el uso de las herramientas del conocimiento. Es ​aún ​más abrumador pensar en ellos como conciudadanos, que algunos de ellos fueron egresados de nuestras universidades.

Quizás, llegado a este punto, sea válido preguntarse qué conexión puedan tener estas personas con los que han realizado negocios escandalosamente lucrativos con la comida y las medicinas del pueblo; los que convirtieron al sistema de salud en una ruina inoperante; los que quebraron y sepultaron a la economía nacional; los que arrasaron con los referentes culturales del país; los que convirtieron la educación básica y media en un pozo de mediocridad y los que saquean los recursos naturales del país.

También podemos pasearnos por los que miran con indiferencia la muerte de los niños desnutridos y enfermos, los que no se perturban (o quizás se felicitan) por haber generado la mayor migración forzada en toda América, así como los que por negligencia, incompetencia y complicidad convirtieron a nuestro país en el más peligroso del continente más peligroso.

No olvidemos incluir en la lista a los que torturan y matan. Los que chantajean y amenazan. Los que silencian y amordazan. Los cómplices y socios de los que ahora viven como jeques petroleros en países muy capitalistas ellos. Es decir los que te robaron el futuro a ti y a tus hijos

Estamos tentados a pensar en ellos como en sanguijuelas chupando toda la sangre del país, quizás hasta desangrarnos completamente.

Pero estaríamos equivocados. Los animales viven de la única manera que su estructura y función les impone. Son seres sin ética, ni razón. La conciencia del bien y el mal es una característica humana.

También es necesario darnos cuenta que el antónimo de humano no es animal. Es monstruo.

Los monstruos no tienen razones. Son sacos de odio, codicia y crueldad. No les preguntes por intenciones e ideales porque no habrá más respuesta que la de la fetidez de su aliento de fuego y muerte.

Un personaje de los libros de Terry Pratchett recomienda que frente a los monstruos “No te asustes, enójate”.

En este caso es enojarse como impulso para actuar con propósito y unidad.

Todo monstruo es como un deslave y avanzará en su ruta de destrucción hasta lo máximo que la resistencia del terreno se lo permita.

Será necesario resistir con rebeldía

2 comentarios:

  1. Coincido. Mi pregunta de estos días es ¿cuál es el placer de gobernar sobre la miseria y la mierda? Y la (o una) respuesta es: estar enfermo; ser un mounstruo

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  2. La sanguijuela chupa y desangra, porque no tiene opción Alejandro, ni consciencia de que pudiera haberla; por lo tanto no la busca. Nosotros, los humanos, sí: opciones y consciencia. Y cuando desechas su búsqueda; cuando tu "éxito" se basa en la expoliación y el oprobio, ahí te gradúas de monstruo, como bien apuntas. Enojo hay...¡burda! ahora hay que ver qué hacemos con él...

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