miércoles, 6 de junio de 2018

Cotorra de Alejandro (al estilo del monólogo del replicante de Blade Runner)


Salinas de Las Cumaraguas, Estado Falcón Venezuela


Cuando uno llega a cierta edad, algunos comenzamos a ser conscientes de dos temas que hasta cierto punto son opuestos: Lo sortario que uno ha sido y del poco tiempo que esa suerte va a durar.

Digo sortario, porque cada día que despierto sé que le he ganado un día a la muerte.

Soy consciente que el día que nací también lo hicieron miles de personas. Pero al día de hoy solamente un pequeño número de ellos me podría acompañar a una celebración de cumpleaños colectiva. Es decir tengo la suerte de seguir disfrutando de la mayor riqueza que es posible tener: Estar vivo.

Sobre lo del poco tiempo, es debido a la única certeza que todos los seres humanos tenemos: Que nuestra existencia es efímera, que cada día que pasa es uno menos en la cuenta del reloj de la vida y que ya le queda poca arena al reloj de la mía.

La muerte junto al amor son los dos principales temas humanos. Por ello la filosofía y el arte se han ocupado de ellos desde que existen.

Los que somos nerds con recorrido tenemos una referencia de culto sobre el tema de la muerte: El monólogo del replicante, en la película Blade Runner de Ridley Scott.

Un replicante es el término que se usa en la película para referirse a androides prácticamente indistinguibles de los humanos. Uno de ellos, luego de una feroz lucha con un cazarrecompenzas que busca “retirarlo” (asesinarlo) hace una especie de discurso final, en la cual dice:

“He visto cosas que ustedes no creerían. Naves de combate en llamas sobre el hombro de Orión... He visto Rayos-C brillar en la oscuridad cerca de la puerta de Tannhäuser... 

Todos esos momentos se perderán en el tiempo... como lágrimas en la lluvia...

Es tiempo de morir”.

(la traducción es mía)

Estas palabras han sido repetidas y analizadas incontables veces y se les ha dado una cantidad enorme de explicaciones. Pero al final, lo que las hace extraordinarias no es lo que pudo significar para el actor Rutger Hauer que las improvisó durante el rodaje de la película, sino lo que puede significar para cada persona que las oiga.

Puedo preguntarme qué significan para mí. Y, en mi vida, ¿qué he visto de extraordinario?

Y sí, tengo mi propia  lista de maravillas. Aquí se las pongo:

He visto los Médanos Blancos cerca del Cabo de San Román; las salinas de las Cumaraguas en Paraguaná; las Galeras del Cinaruco al sur del Parque Nacional Cinaruco-Capanaparo en Apure; el Pan de Azúcar en el Parque Nacional La Culata en Mérida; el paisaje de las mesas al sur de Anzoátegui; los Andes de Trujillo más allá de Valera y el Cerro Autana en Amazonas.

He visto al Orinoco en sus múltiples facetas: En la desembocadura del Sipapo; en Puerto Ayacucho, en Mapire, en Ciudad Bolívar, en la desembocadura del Caroní, en Tucupita y en su salida al océano en Punta de Pescadores en el delta afuera.

He visto el mar hacerse invisible para mostrar todos sus tesoros en un arrecife en Cayo Sal en Los Roques

He visto la Vía Láctea desde una finca en Apure; una lluvia de estrellas en una playa en Mochima; una tormenta de rayos en el lago de Maracaibo; al sol reflejado en la corona de montañas que rodea la Laguna del Suero en Mérida y un atardecer en Morrocoy con flamencos cruzando el cielo. He visto a la Cruz del Sur y la Osa Mayor cada una en su momento en un mismo cielo.

He visto bandadas de guacamayas cruzando a través del cielo caraqueño y a la luz jugando a hacer sombras y matices con los pliegues de la serranía de El Ávila.

Lo sé, al final todos esos momentos desaparecerán sin dejar rastros. Pero aún no es tiempo de morir.

Hoy para mi es tiempo de luchar. Luchar contra la cultura de la muerte y destrucción que nos quieren imponer. Trabajar duro para intentar que esos lugares y las gentes que los rodean puedan seguir existiendo y otras personas puedan extasiarse en su presencia.

Y para mí ese esfuerzo tiene una razón: Tuve la fortuna de conocer y aprender a amar profundamente a mi país y por ello, mi trabajo por preservar sus tesoros es la manera que tengo de pagar por haber asistido a ese extraordinario espectáculo que es Venezuela.

Otro día será tiempo de morir. Hoy es de amar.


Dedicado a todos los amigos, colegas y gente amada que estuvieron conmigo en cada uno de esos sitios.Si llegaran a leer esto, a lo mejor, podrá acordarse del momento y unirlo a su listado de maravillas. También lo dedico a los que ya no están pero aún siguen muy vivos en mis afectos.