viernes, 5 de junio de 2020

Mi vida entre Peter Pan y el capitán Garfio (o 64 maneras de decirles a ustedes gracias)





Dedicado a todos los que me acompañan a volar, a los que me cuidan en el viaje, los que me ayudan a sanar cuando caigo y particularmente los que me apoyan en la aventura de cambiar.



“-Te imaginas cosas estupendas -explicó Peter-, y ellas te levantan por los aires.”
(Receta para volar de Peter Pan)

“La vida de una persona sí pasa delante de sus ojos antes de morir. El proceso se llama Vida” (Terry Pratchett) 


Peter Pan es un personaje creado por el escritor escocés J.M Barrie para una obra de teatro estrenada en 1904 y posteriormente convertida por el mismo autor en una novela y en una serie de relatos a partir de 1911.

La mayoría de las personas cuando recuerdan a este personaje lo que tiene en la mente es la película de Disney estrenada en 1953 que desde ese entonces se convirtió en la imagen que casi todo el mundo tiene de ese personaje y su historia.

Pero el Peter Pan de Disney y el de Barrie sólo comparten el nombre y el argumento básico de la historia.

Pareciera que desde mediados del siglo 20 se considera que las historias para niños tienen que ser tiernas e ingenuas; y no deben incluir elementos que perturben la mente de los niños. Tal como razonaron los redactores de la Ley de Responsabilidad Social en Radio, Televisión y Medios Electrónicos de 2004, las historias para niños no debían contener imágenes o sonidos que pudieran requerir la orientación de madres, padres, representantes o responsables. 

Antes de ese momento se tenían otras ideas sobre los niños. Los cuentos tradicionales en sus versiones originales, incluyen escenas de violencia, muerte, sexo y otros elementos que horrorizarían a nuestros censores nacionales (algunas vez revisen las versiones más antiguas de cuentos clásicos como Blanca Nieves o Caperucita Roja)

En la historia original, Peter Pan es un preadolescente inmaduro, arrogante y egocéntrico que vive haciendo lo que quiere sin ninguna responsabilidad real; pero a la vez, paradójicamente, es absolutamente encantador, un líder indiscutido de un grupo de niños perdidos que dentro de ese papel de líder y protector de su grupo está dispuesto a matar  o morir durante las batallas que se le presentan.

Su principal enemigo, el Capitán Garfio, es un pirata feroz y sanguinario que no tiene problemas en cortarle la garganta a un miembro de su tripulación porque sin querer le desarregló su traje, pero simultáneamente es un refinado y muy bien educado caballero.

¿Y todo este cuento a qué viene? 

Pues que en este día tengo que confesar que parte de mi vida en los últimos años ha estado en permanente oscilación entre Peter Pan y el Capitán Garfio, es decir entre mi niño interno excesivamente imaginativo y los tormentos ocultos del pirata.

Si ustedes me lo permiten me gustaría contarles cómo ha funcionado esa vaivén entre esos personajes, usando además una pequeña ayuda de uno de mis escritores favoritos: Terry Pratchett.


1. Peter Pan

"-Soy la juventud, soy la alegría…."  (Peter Pan, en el libro del mismo nombre de J.M Barrie)

"No quiero ser mayor jamás -dijo con vehemencia-. Quiero ser siempre un niño y divertirme" (Peter Pan, en el libro del mismo nombre de J.M Barrie)


Los que me conocen cercanamente saben que bajo mi cara de gruñón (de Capitán Garfio de biblioteca) siempre está como Peter Pan, dispuesto a volar a Nunca Jamás. Es decir a usar la imaginación (y participar en un juego)

Quizás por eso soy biólogo, ambientalista y defensor de derechos humanos ambientales.

¿Y esas ocupaciones qué tienen que ver con la imaginación?

No comparto del  todo la idea del profesor israelí Yuval Noah Harari en su celebrado libro “Sapiens” cuando dice que “No hay dioses en el universo, no hay naciones, no hay dinero, ni derechos humanos, ni leyes, ni justicia fuera de la imaginación común de los seres humanos”. Pero de lo que sí estoy seguro es que sin la imaginación los humanos no hubiéramos podido construir lo que actualmente llamamos civilizaciones con todos sus avances y contradicciones. 

Eso lo explicó mucho mejor Terry Pratchett cuando dijo: “La imaginación, no la inteligencia, es lo que nos hace humanos”.

De manera más profunda y poética esa idea la incluye en su libro “Papa Puerco” cuando uno de sus personajes favoritos “La Muerte” dice: 

“LOS HUMANOS NECESITAN LA FANTASÍA PARA SER HUMANOS. PARA SER EL PUNTO DONDE EL ÁNGEL QUE CAE SE ENCUENTRA CON EL SIMIO QUE SE ALZA...” 

(Disculpen las mayúsculas pero La Muerte en los libros de Pratchett siempre habla así)

Es decir sin imaginación no se pudiera avanzar en el mar de incertidumbres en que vivimos buscando una isla perdida que nadie sabe dónde está y que es posible que nunca pueda ser conseguida. 

Esa isla puede llamarse como cada quien quiera. En mi caso la isla es la representación de países sostenibles, respetuosos de toda forma de vida y garantes de los derechos humanos. 

Ese tipo de fantasías los estudiosos las llaman utopías. Pues si, soy un buscador de utopías.

Por supuesto la vida es mucho más que imaginación y búsquedas de universos utópicos. Existen los temas de adultos y algunos son importantes. Ellos están relacionados con la responsabilidad, la solidaridad, el trabajo y la autonomía individual. Por eso a veces hay que olvidarse de Peter y como hizo Wendy convertirse en gente grande.

Pero hacerse grande y madurar no es excusa sino más bien, parafraseando a Terry Pratchett, saber que no importa lo que pase siempre tendría que ser posible un pequeño acto que hiciera el mundo, de una forma pequeña, un lugar mejor. No hay fantasía más importante en la vida de cualquier adulto por serio que sea.


-¡Qué días aquellos cuando podías volar! -¿Por qué ya no puedes volar, mamá?
-Porque he crecido, mi amor. Cuando la gente crece se olvida de cómo se hace...
(Wendy en Peter Pan de J.M Barrie )



2. Capitán Garfio

Algún día -dijo Smee-, el reloj se parará y entonces lo atrapará.
Garfio se humedeció los labios resecos.
-Sí -dijo-, ése es el temor que me atormenta.
(Capitán James Hook, en Peter Pan de J.M Barrie )


Es difícil decir algo positivo del capitán James Garfio. Este personaje es un hombre tan profundamente desalmado, despótico y cruel que casi lo podemos imaginar dirigiendo un cuerpo policial en Venezuela reprimiendo con crueldad inhumana a un grupo de personas indefensas que estuviesen protestando por cualquier cosa y seguro que se habría robado el dinero necesario para comprar los insumos médicos y la comida de niños hospitalizados.

Aún su exquisita educación, producto de su linaje y reafirmada en los colegios más elitescos de Inglaterra, no puede esconder su talante traicionero y cobarde y más bien lo que hace es producir rechazo.

Nada que ver con el Garfio de la película de Disney, un ser tan incompetente e engreído que en vez de miedo produce risa.

El Garfio original vive impulsado por sólo dos sentimientos: El odio y el miedo. Tal como si fuera un fanático extremista de alguna religión o ideología.

Él odia al mundo, pero lo que más odia es a Peter Pan y particularmente la arrogancia de ese niño que en vez de tener miedo del feroz pirata lo desafía constantemente y ya lo ha vencido en más de una batalla. 

En una de ellas, Peter Pan le corta con su espada una mano al pirata y luego se la lanza a un cocodrilo (lindo chico ¿no?) 

De esta historia nace el mayor de los miedos de Garfio: El cocodrilo queda tan complacido con la parte que se comió que persigue constantemente al pirata para comerse el resto. Y para hacer la situación más espeluznante, el animal se traga también un reloj, por lo que la presencia del reptil se percibe por el constante tic-tac del reloj.

Esa es la metáfora que parece que mucha gente no ha percibido: Un cocodrilo con un reloj haciendo tic-tac es una metáfora horripilante de la inevitabilidad de la muerte y el tiempo que se va haciendo cada vez más corto.

Por ello, este personaje vive permanentemente atemorizado por la certeza de en cualquier momento el cocodrilo, es decir la muerte, le alcanzará.

Aquellos que hemos recorrido la mayor parte de nuestros tramos vitales y además tenemos alguna enfermedad crónica, podemos sentir cierta empatía por el pirata y sus terrores internos.

Y como no odiar al jovencito arrogante que dentro de nosotros quiere obligarnos a seguir volando sin sentir ningún temor, ni querer saber que existe un final. 

Por otra parte, como ya dijimos el pirata odia a Peter, pero a la vez lo necesita, ya que es el único desafío que le permite sentirse vivo y no caer en la desesperación y la depresión de saber que, haga lo que haga, el cocodrilo alguna vez lo alcanzará.

Ambos personajes viven dentro de mí: El niño que me empuja constantemente hacia sueños cada vez más altos y el pirata atemorizado por el inexorable final de su historia.

A su vez, ambos tienen grandes y graves necesidades insatisfechas. 

Peter necesita el amor de una madre que nunca tuvo y eso es lo que busca en Wendy. A su vez Garfio en el fondo añora ganarse el respeto de los demás por sus virtudes de hombre astuto, pero sobre todo valiente.

Es allí donde están sus contradicciones. 

Peter Pan no sabe cómo encontrar el amor que necesita y que solamente pudiera encontrar sí estuviese primero dispuesto a amar.

Garfio no entiende que el verdadero respeto y valor nace, a su vez, del respeto que se le da a los demás y por otra de la aceptación del cambio como parte del proceso para poder avanzar en la vida.


“Lo que no muere no puede vivir. Lo que no vive no puede cambiar. Lo que no cambia no puede aprender…” (Terry Pratchett, Lores y Damas)

He sido muy afortunado en todos los años que he vivido. 

No sólo he tenido la oportunidad de conocer este muy hermoso país y la gente inmejorable que lo vive, sino que me he encontrado en la ruta con una gran cantidad de Peter Pan que me han acompañado en los vuelos, aún en los más arriesgados, y me han retado a subir cada vez más alto. 

También me ha ocurrido que cada vez conozco más personas que por razones extrañas me han cuidado y me siguen cuidando sobre todo ahora, que soy cada vez más torpe al volar y siempre tienen a mano un poco de linimento mágico para echarme en las magulladuras y las palabras amables que suavizan la pesadumbre. Este no será el amor del que hablan los poetas románticos, pero quizás es uno más sublime y elevado. Y el agradecimiento que siento, ya es una razón profunda para dejar atrás cualquier temor.

Para más suerte, he conocido personas que no solo vuelan como golondrinas, sino que tienen sonrisas capaces de sanar incluso la peor de las contusiones.

Por supuesto que también hay piratas, pero sin ellos la vida no sería tan divertida y mucho menos tan valiosa 

(Por cierto que es un buen momento de enviarle un mensaje a los piratas: Los vamos a vencer. No sé cuando, ni dónde, pero lo vamos a hacer todos juntos: los Niños Perdidos, las Hadas, los  Picaninny, las Sirenas y el resto de los habitantes de Nunca Jamás)

Llegado a este punto de la historia les cuento que en este momento de mi vida he decidido iniciar una nueva aventura: Aprender a cambiar y cambiar en la aceptación de lo inevitable. 

No es una tarea fácil y puede que la más complicada que he iniciado. 

Este cambiar no es para ahora ser zapatero o físico nuclear. Seguiré siendo lo que soy hasta el fin. Sino cambiar para caminar lo queda de ruta con menos equipaje y más conciencia, menos angustia y más disfrute. Menos pensar y más hacer, o pensar para hacer.

Pero también para lograr que mis pasos ayuden a otros a caminar sus propias rutas y volar por sus propios cielos. 

Y en particular devolver tanto amor recibido y darle un mi apoyo total a la gente que amo y a las cosas que creo.

Este mapa de ruta lo construí a partir de una frase de Viktor Frankl un psiquiatra austriaco y sobreviviente de un campo de concentración Nazi. La misma dice: 

"Cuando ya no estamos en la capacidad de cambiar una situación, tenemos el desafío de cambiarnos a nosotros mismos".

Sí, he decidido aprender a cambiar ¿Me acompañan?


   “Señor, sabemos que no hay otro orden, solo aquel que creamos, no hay más esperanza que nosotros, no hay más piedad que nosotros, no hay justicia, solo nosotros. Todas las cosas que son, son nuestras, pero tienen que importarnos, porque, si no nos importa nada, no existimos. Y si nosotros no existimos no queda nada más que el olvido, el fin ciego…” (Terry Pratchett, El Segador)