jueves, 18 de enero de 2018

¿Qué tan lejos queda lo imposible?




¿Qué cosas son imposibles? En este momento en Venezuela muchos tienen respuestas a esta pregunta. La mayoría oscila entre sobrellevar con dignidad la actual situación de crisis, hasta lograr cambios fundamentales en la política nacional.

Yo por mi parte tengo una lista larga: volar como superman, respirar bajo el agua como los peces, viajar de manera instantánea, volver de la muerte… son todas imposibilidades físicas o por límites impuestos por nuestra biología.

Pero más allá de esas barreras, qué pudiéramos decir de las posibilidades de lograr lo que parece superar nuestras fuerzas y capacidades.

Por ejemplo, ustedes creen posible hacer un viaje caminando desde Caracas a Washington. Eso suena imposible o al menos muy improbable.

Si les digo que esa hazaña se logró hace casi 81 años, Que además ocurrió no en tiempos de buenas carreteras y facilidades en la vía, sino en una América prácticamente rural, transitando en su mayoría por caminos de tierras, espacios selváticos casi impenetrables y regiones en conflicto. Y todo eso contando sólo con la ayuda de un pequeño grupo de personas y teniendo a su salida únicamente cinco bolívares como monto total para gastos (un poco más de un dólar de la época). Seguro que me contestan que eso es una fantasía delirante.

Voy y les cuento:

El 11 de enero de 1935, tres jóvenes partieron de la Plaza Bolívar de Caracas, con el propósito de llegar a Washington, en un viaje que debían realizar únicamente caminando.

Ellos eran: el marabino Rafael Ángel Petit, el español Juan Carmona y el sirio-israelí Jaime Roll, deportistas y miembros del movimiento de Boy Scouts.

Dos años y medio después, el 16 de junio de 1937, el ministro plenipotenciario (embajador) de Venezuela en EEUU, Diógenes Escalante y su esposa, recibieron a Petit y Carmona en las escaleras del Capitolio de la ciudad de Washington. Habían atravesado siete países y recorrido cerca de 18.000 Km. Por su parte, Juan Roll se había retirado de la expedición en Bogotá.

La descripción de este extraordinario viaje la realizó mi padre, Antonio Álvarez Valera, en un libro que tituló “La extraordinaria hazaña de Petit y Carmona” publicado en el año 2008 e infortunadamente fuera de existencia.

La ruta, aventuras y situaciones que vivieron estos jóvenes a lo largo del viaje darían para una película de aventuras casi al nivel de Indiana Jones.

Ellos tuvieron que superar situaciones tales como: El cruce de la selva del Darién entre Colombia y Panamá, una región de selvas y ciénagas tan intrincadas que aún hoy en día representan una barrera al tránsito entre América del Sur y del Centro; los riesgos y sorpresas de ser extranjeros en el medio de situaciones y conflictos políticos en Centroamérica; las interminables distancias para cruzar México; así como las dificultades de transitar por los EEUU con temperaturas invernales y dificultades de comunicación porque no hablaban inglés. A todo eso hubo que sumar conflictos personales, ataques de fieras, enfermedades, miedo a lo desconocido, dificultades económicas y hasta intentos de asaltos por parte de delincuentes.

Las claves de cómo lograron esta increíble proeza puede conseguirse a lo largo de la narración que mi padre hizo de la hazaña.

Las principales fueron: El apoyo irrestricto y constante de sus compañeros Scouts tanto en Venezuela como en todos los países que visitaron, el estímulo entusiasta de los cronistas deportivos de la época en Venezuela y la buena voluntad de autoridades y personas de todo tipo que consiguieron a lo largo del camino. Pero la más importante de todas fue su voluntad de alcanzar su meta. Petit escribió en su diario de viaje: “Llegaré a Washington o moriré con gusto”.

A su llegada a la capital estadounidense fueron admirados y reconocidos como “globetrotters” y “embajadores de buena voluntad”.

Cuando regresaron a Venezuela recibieron homenajes como héroes nacionales.

Infortunadamente, estas hazañas pronto fueron olvidadas y también olvidamos que lo imposible deja de serlo por la fuerza de la voluntad.

Pero más de ochenta años después, Petit y Carmona todavía tienen algo que decirnos sobre la voluntad, coraje y esfuerzo necesarios para alcanzar nuestras metas como personas y como país.


Nota adicional: Muchas personas quizás también creyeron imposible que mi padre a sus 78 años escribiera su primer libro. Y con este consiguió sacar del olvido, que es una forma de muerte, a la extraordinaria proeza de Petit y Carmona y su decisión de no creer en imposibles.